Seguirá siendo muy difícil en la medida en que las circunstancias no cambien. Pero para eso estuvimos allí. Porque así como en la crónica de la marcha del 1ro de Septiembre dijimos que el de Santiago Maldonado era un rostro que se multiplicaba en miles, ahora en la lucha, en la imperiosa demanda de saber qué hicieron con él, y que todos los responsables sean llevados a la justicia (los que planificaron, los que ejecutaron, los que encubrieron, todos) viven otras muchas luchas más. Es la misma lucha que nos llevó a preguntar por Julio López, por Luciano Arruga, por Yamila Cuello, por Facundo Rivera Alegre (¿cómo contener el dolor y la emoción al oír la carta que la madre del Rubio del Pasaje le dedicó a la madre de Santiago?).

Pero no queda sólo allí. Porque Santiago vive también en la lucha de los pueblos originarios por el derecho a sus territorios ancestrales. En la lucha de las mujeres contra un patriarcado que las oprime y asesina. En la lucha por conservar lo poco, poquísimo que queda de bosque nativo en Córdoba. En la lucha de los pibes que no quieren que la policía los persiga, los golpee, los humille. En la lucha por tener derecho a un futuro que no esté hipotecado a los grandes capitales.

Por todo esto, no es momento de aflojar. El dolor es intenso, la desesperanza es mucha. Pero, si es necesario, hemos de estar ahí cada primero de mes. Por Santiago. Por todxs.